La seguridad en el trabajo:
evolución y retos actuales
Q ue el trabajo puede ser causa de accidentes
y lesiones es algo que la experiencia
nos muestra como evidente y de cuya realidad
tenemos constancia desde hace muchos años.
Recordemos, a título de ejemplo, el famoso
cuadro de Goya titulado “El albañil herido” o el
menos conocido pero quizá más expresivo de
Aurelio Arteta titulado “Accidente de trabajo”.
Para una mentalidad “moderna” puede resultar
sorprendente el hecho de que, durante muchos
siglos, la sociedad haya considerado “normal”
que las personas tengan accidentes (o enfermen)
a causa del trabajo que realizan. La actitud
social frente a estos hechos, bien corrientes
por otra parte, era el resultado de la aplicación
de la maldición bíblica “ganarás el pan con el
sudor de tu frente”1
, de la cual se derivaba que
era “natural” que el trabajo comportara sufrimiento,
enfermedad y, en el límite, la muerte.
La Revolución Industrial, que empezó en Inglaterra
en la segunda mitad del siglo XVIII,
propició un cambio de mentalidad. Las fábricas
se erigieron en competidoras de los artesanos
hiladores y tejedores y, al ser más eficientes,
muchos de aquéllos se vieron obligados a
abandonar su oficio (muy a menudo compartido
con las tareas agrícolas) y a enrolarse en
las huestes del naciente proletariado industrial.
En virtud de la implacable ley de la oferta y
la demanda, la abundante oferta de mano de
obra condujo a salarios de miseria y a unas
condiciones de trabajo deplorables, con jornadas
de trabajo de doce y catorce horas diarias.
Las pésimas condiciones de vida y trabajo de
esa época fueron el caldo de cultivo de un gran
número de graves daños a la salud de las personas
que trabajaban, especialmente de los niños,
que se empleaban desde edades tan tempranas
como los seis años.
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